Aunque los atracones suelen detonarse por el mal manejo de ciertas emociones, existe una conducta alimentaria denominada hambre emocional, que puede o no derivar en atracones. Como sabemos que esto en ocasiones puede resultar confuso, en este artículo desde nuestra consulta de psiconutrición Huesca Rompiendo Dietas, vamos a tratar de diferenciarlas. Es normal confundir estas dos experiencias, pero existe cierta diferencia y cierta forma de tratarlo.
La intencionalidad en ambos casos es sentirse mejor, encontrar un refugio ante el malestar que estamos sintiendo en ese momento. Lo cierto es que lo que nos mueve a ello va a acompañado de una energía diferente. El hambre emocional da más espacio a la hora de pensar y poder decidir; por el contrario, el atracón sobrecoge y descontrola a la persona.
Para nosotros, los profesionales, trabajar con pacientes que padecen el trastorno por atracón se hace más complejo que hacerlo con quienes padecen hambre emocional, dado que el atracón invalida más la parte racional. Sin embargo, ambas situaciones son más normales de lo que parecen.
Hambre emocional
Comer nunca ha sido una conducta neutra, ya que nos aporta placer al margen de que la necesitemos para vivir. Por ello, puede desencadenar una serie de conductas a su alrededor algo complejas en ciertas situaciones. Las emociones nos acercan a la comida, ya sea en fiestas o reuniones familiares o con amigos. Esto, unido a la respuesta que nuestro cerebro da a la ingesta de ciertos alimentos, promueve buscar réplicas de estas emociones en los malos o buenos momentos.
Muchas personas, por lo tanto, buscan los alimentos para conseguir paliar emociones o para conseguir sentir otras. Es importante conocer cuáles son las emociones que nos llevan a comer de manera inadecuada, a excedernos con alimentos que no nos aportan nada nutricionalmente y ocupan el lugar de otros que verdaderamente necesitamos.
Para conseguirlo es necesario llevar una terapia psiconutricional como la que trabajamos en nuestra clínica. Gracias a ella, podremos poner nombre a esas emociones y saber que nos lleva a ello, pues será la única forma de gestionarlo adecuadamente.
Cómo llegamos a esta situación
La cultura de la dieta es un sistema de creencias que gira alrededor del peso y del tamaño corporal por encima del bienestar y salud propios. Esta forma de vida nos lleva a padecer estrés y culpa alrededor de la comida, a la vez que nos invita a aliviarnos con ella. Estas exigencias y restricciones para mantener el cuerpo hacen que busquemos refugios.
Cuando hablamos de dieta, nuestro cerebro solo escucha la palabra restricción, evitación de alimentos, etc. Esto hace que nos pongamos alerta y en estado de sufrimiento. Para poder paliarlo, comenzamos a crear sistemas de recompensa que nos llevan a buscar en la comida una forma de recuperar niveles de energía y de alegría a las que el cuerpo está acostumbrado.
Como las dietas son un estado constante en nuestras vidas, llega un punto en que no es necesario estar a dieta para activar esos mecanismos de recompensa, sino que, de solo pensar en estarlo o en pasar por esa etapa restrictiva, buscamos inmediatamente una forma de paliar la angustia comiendo algo que nos gusta mucho.
La diferencia entre el hambre emocional y el atracón suele ser la carga del motivo, la cantidad de comida y el lugar.
- La carga emocional: por lo general el hambre emocional viene dada por una mala sensación que nos abruma en el momento, la cual intentamos paliar con algo que la alivie: eso suele ser la comida. Pero no cualquier comida, sino algo que nos satisfaga rápido y nos genere placer: un dulce, chocolate, una hamburguesa o una pizza. En alguna ocasión incluso piezas de fruta si no hay nada más en casa. Una vez que la ingerimos, notamos al instante que el peso de la emoción va bajando.
- Cuando es hambre emocional, la porción de comida suele ser un poco mayor, pero no una cantidad abusiva. Si de normal te comerías 4 o 5 galletas, en esta ocasión quizás puedes comerte un paquetito entero o picotear algunas cosas más a lo largo del día.
- A diferencia del atracón, cuando comemos por hambre emocional no tenemos por qué hacerlo a escondidas. Podemos compartir con los demás aquello que estamos comiendo (solo que abusamos quizás un poco). En cambio, las personas que sufren un atracón buscan comer cuando no haya nadie observándolas, no controlan lo que comen, no pueden compartir con nadie la comida y se avergüenzan de la cantidad.
Como se puede observar, el atracón es más una conducta impulsiva, relacionada con el abuso de restricciones y problemas personales. El hambre emocional, en cambio, es una conducta más habitual, pero que en ocasiones se puede ir de las manos y acabar convirtiéndose en una acción reiterativa.