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Cómo saber si se tiene intolerancia a la fructosa

La fructosa es el azúcar que se encuentra de manera natural en la miel, las frutas, las verduras y en algunos alimentos procesados, pues se ha añadido para endulzar. La fructosa, aunque es natural, puede extraerse y usarse como el azúcar o la sacarina, y su ingesta llega a causar problemas. Por ello, vamos a hablar de la intolerancia a la fructosa y de cómo esta puede suponer un reto alimentario para muchas personas.

En artículos anteriores comentamos la diferencia entre alergia e intolerancia, y las reacciones que ambas tienen en los organismos; ahora toca hablar de la intolerancia a la fructosa y de sus reacciones. Debemos saber que la fructosa se absorbe en el intestino delgado a través de la membrana apical, y que de ahí es transportada a la sangre hasta llegar al hígado.

Aún no se sabe por qué se puede llegar a padecer una intolerancia a la fructosa, aunque cuando se da en etapas infantiles suele ser por inmadurez en el tubo digestivo. En algunos casos esta intolerancia puede ser secundaria a otra patología que aún no se ha diagnosticado. También puede generarse por culpa de una celiaquía, una insuficiencia hepática, por SIBO o por Crohn, entre otras.

Esta intolerancia no es más que una mala absorción causada en muchos casos por las patologías anteriormente mencionadas. Un detalle que solemos explicar a nuestros pacientes desde nuestra consulta de psiconutrición Huesca Rompiendo Dietas es que no es lo mismo tener una mala absorción de la fructosa que padecer una intolerancia hereditaria a la fructosa. Esta última no es producida por una mala absorción, sino por la ausencia de una enzima hepática (fructosa-1-fosfato aldolasa hepática) y se diagnostica al poco de nacer.

Cómo saber si se tiene intolerancia a la fructosa

Entre los síntomas que suelen presentar aquellas personas que padecen intolerancia a la fructosa, podemos encontrar los siguientes:

  • Distensión abdominal o meteorismo.
  • Dolor abdominal, como un cólico.
  • Gases o flatulencias.
  • Retortijones en la barriga.
  • Ruidos intestinales frecuentes
  • Náuseas, vómitos y diarreas explosivas.
  • En ocasiones, estreñimiento.

Sabemos que todos hemos pasado de alguna forma por muchos de los síntomas anteriores.  Pero, para sospechar que se padece este trastorno, debemos presentar muchos de ellos de manera frecuente y a la vez. Si estás en esta situación, acude a tu médico de confianza para un diagnóstico rápido y posteriormente busca ayuda nutricional: te hará falta.

Tratamiento y dieta para intolerancia a la fructosa

El tratamiento que se aplica ante esta patología se centra en tratar la causa principal por la cual ha aparecido la intolerancia a la fructosa. Junto a este tratamiento, se debe seguir un procedimiento dietético para poder mejorar la sintomatología y absorber mejor los nutrientes.

Al comienzo se llevará a cabo una pauta alimentaria baja en fructosa, por lo que evitaremos todos aquellos alimentos que la contengan en alto grado. En función de cómo vaya evolucionando nuestro paciente, iremos reintroduciendo paulatinamente ciertos alimentos. Suele ser un proceso largo, pues primero hay que paliar la enfermedad primaria, a la vez que se limpia el organismo, y se reestructuran y refuerzan las zonas dañadas.

Las dietas bajas en fructosa suelen ser un poco tediosas, dado que la mayoría de los alimentos la contienen. Por ello, solemos trabajar codo con codo con nuestra psicoterapeuta experta en nutrición, pues intentamos preparar al paciente para el largo camino que le aguarda. Al no existir fármacos que ayuden a mejorar la absorción, no puede tratarse desde esa perspectiva, pero sí existen suplementos. Estos están elaborados a base de la enzima xilosa isomerasa, que ayuda en momentos en los que el paciente no puede seguir con la pauta alimentaria.

Alimentos aptos

Una alimentación baja en fructosa no quiere decir que no se pueda comer ninguna. Eso es casi imposible, pues la mayoría de los alimentos cuentan con ella:

  • Frutas: uvas, fresas, melón, moras, piñas, granada, arándanos, frambuesas, kiwis, limón, lima, plátano, mandarinas.
  • Verduras: la gran mayoría de hojas verdes, como las acelgas o las espinacas, berenjena, calabacín, calabaza, coliflor, maíz, judías, pimientos, etc.
  • Legumbres: cacahuetes (sí, es una legumbre), garbanzos, alubias y lentejas. Estas deben remojarse casi 24 horas antes de cocinarlas, así disminuiremos la posibilidad de que den gases.
  • Tubérculos: patata, boniato, plátano, chufa, mandioca y yuca.
  • Cereales: avena, polenta, maíz, arroz, teff, quinoa, trigo sarraceno.
  • Lácteos: todos aquellos que sean naturales, sin azúcar ni edulcorantes.
  • Proteínas: todas, incluidos el tofu y el tempeh.
  • Grasas: aceites sanos, como el de oliva, aguacate o coco.

Muchos pacientes piensan que podrán volver a llevar una vida de alimentación desordenada, en la que comían ultraprocesados y refrescos de forma habitual. Lo cierto es que nunca podrán volver a ello, y deberán llevar una dieta sana y equilibrada la mayor parte de los días de la semana. 

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